domingo, 22 de julio de 2012

Un cambio pendiente.

He dejado pasar deliberadamente unos días después de la manifestación del pasado jueves 19 de julio, antes de escribir este comentario. Quería echar con tiempo un vistazo alrededor para comprobar sus consecuencias y poder opinar con cierta objetividad sobre la verdadera eficacia de las protestas.

Una vez más, el jueves salí a la calle para hacer nuevamente terapia de grupo, para sentir que no estoy solo, que mucha gente está en la misma situación que yo y que otra está aún peor.  Caminamos un buen rato gritando consignas, levantando las manos, insultando los más incendiarios y en silencio los más comedidos.  Luego, los líderes sindicales tomaron la palabra, hicieron sus proclamas esparciendo culpabilidades a diestro y siniestro pero, como buenos políticos, sin entonar jamás el “mea culpa”. 

Terminado el acto, regresamos cada uno a nuestras casas, exhaustos e igual de desanimados que habíamos ido y reconociendo con la boca pequeña que: “no sirve para nada pero… algo hay que hacer”

Efectivamente, el gobierno ya ha anunciado que a pesar de las movilizaciones, no dará ni un paso atrás. Queda claro pues que estas protestas no han servido para nada más que para justificar el inmovilismo de unos sindicatos que siguen manteniendo unas estructuras y una forma de trabajo que se han demostrado, cuando menos ineficaces. Y que sólo han conseguido generar desconfianza y una desconexión cada vez mayor con los trabajadores.

Sí, es cierto: “… algo hay que hacer” pero mucho me temo que esto solo, no sirve. Así que es hora de ponerse a trabajar, de exprimir la imaginación y buscar otras formas pacíficas de reivindicación. 

Es importante y necesario.

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