jueves, 27 de diciembre de 2012

Empecemos bien el año.

Estoy seguro de que en algún momento, en alguna de las comidas familiares que habéis tenido estos días, alguien habrá puesto sobre la mesa el tema de la crisis. Todos conocéis a alguien que no ha cobrado la paga extra esta navidad y que además, se ha encontrado con la sorpresa de que, ni siquiera su paga era igual que la de cualquier otro mes, sino mucho menor.

Lo siento, un iceberg es en realidad así.
Todos sabéis de algún médico o enfermera que sufre a diario y en primera persona los recortes en sanidad y pelea con uñas y dientes para seguir velando por la salud de sus pacientes.

Todos  tenéis algún familiar o vecino al que le ha llegado del juzgado la orden de desahucio y que ha pasado estas fechas, ahogando en lágrimas la impotencia de verse abocado a una situación sobrevenida sin haber hecho para merecerlo otra cosa que no fuera trabajar y apretarse el cinturón para poder cumplir cada mes con el banco, hasta que hubo que elegir entre la hipoteca o el pan como si esa fuera una elección libre.

Todos sabéis hoy sin excusas, por vosotros o por otros, dónde estamos y hacia dónde vamos.

Estoy seguro también de que en esas conversaciones de comedor adornado con guirnaldas y luces de colores, alguien os habrá dicho aquello de: “no hay nada que podamos hacer”, “no nos queda otra que arrimar el hombro y aguantar” o, ante alguna de vuestras propuestas, os hayan contestado con un:”eso no sirve de nada” o un “total para qué”.

A los que os hayan contestado eso preguntadles: ¿cuál es entonces tu propuesta?

2013 será el año en el que ya no sirva mirar desde la ventana. Será el año en que habrá que definirse y donde no habrá excusas válidas para esconder la cabeza debajo del ala.

El que se cree despierto, os adelanta que la lucha es desesperante, que encontraréis tantas zancadillas en los que deberían estar con vosotros como en los demás, que si decís la verdad os mirarán con desconfianza, que creerán al que sabéis que miente, que os dirán que saben, sabiendo vosotros que ignoran y que sólo creen, que seréis marginados si no cantáis el credo que os traten de imponer, y que una discrepancia será tomada como una conspiración.

En todos estos meses me he preguntado cientos de veces por qué ocurre esto. Por qué la gente corre a refugiarse en su celda cuando le abren la puerta de la prisión. Por qué cuando tiendes tu mano a alguien siempre hay alguien que escupe en ella. Por qué los recelos y la desconfianza. Por qué el que puede saber, prefiere creer y el que cree, basa su fe en el quien y no en el qué.

Este país se hunde, y los marineros se pelean por los cubos mientras el mar entra a sus anchas por mil agujeros. Y cuando alguien consigue arrancar las bombas de achique, los achicadores no solo se aferran a sus cubos sino que desprecian a quién con su esfuerzo consiguió arrancar la bomba porque les impide hacer su trabajo. Cuando alguien sugiere que es mejor empezar a tapar agujeros para que el agua no siga entrando, los achicadores siguen defendiendo a tortas su trabajo a sabiendas de que su capacidad de achique es limitada.

Nos aferramos a lo malo conocido, aunque lo malo nos conduzca directamente al abismo.

Está bien. ¿Buscáis un mesías?, pues tendréis cientos, todos interesados en sí mismos igual que vosotros.

¿Creéis que esto se arreglará solo con el tiempo?, sí, es cierto pero eso que llamaréis arreglo, se parecerá mucho a la miseria.

¿Confiáis ciegamente en alguien que os dirija? Hacedlo y os dará una vuelta completa al círculo para devolveros al mismo punto de siempre.

¿Despreciáis a quienes no piensan como vosotros? Entonces no buscáis soluciones, sólo queréis imponer vuestro cambio, y si es así, sois igual o peor que aquello que criticáis.

O conceptuamos una sociedad en la que quepamos todos y donde la discrepancia se tome como opinión y no como agresión, o no volváis a hablarme de democracia, de libertad, ni de pluralidad.

Yo ya no me lo creo.